Extractos de El Gran Libro de las Curiosidades Lingüísticas, compendio de contradicciones de la lengua y guía de recetas bajas calorías para el usuario coreano con sobrepeso.
Con el motivo de celebrarse la Primera Feria del Audiovisual para el Sordomudos no Videntes en la ciudad de Bella Vista, PZI, en un esfuerzo de producción sin precedentes, se enorgullece de presentar al afable lector, un extracto del Gran Libro de las Curiosidades Lingüísticas , del Doctor Eduardo Lorenzo Borocoteaux.
(El Dr. Borocoteaux insiste en negar la autoria de este texto y aclara a los lectores que cualquier semejanza con la realidad esta en mano de sus abogados. Sin embargo, PZI va al frente y, haciendo gala de la pluralidad democrática que lo caracteriza, intenta demostrar que sabe de la utilización de las lenguas, escarbando en los recovecos del intrigante manuscrito, acaudalado meollo del saber enciclopédico y fuente de los diuréticos mentales necesarios para consumir esa naranja que, formada por la pulpa del saber, contiene en el aburrimiento, a la semilla del conocimiento
¡Salud!)
En el discurrir de la vida cotidiana podemos encontrar multitud de expresiones que adornan la lengua castellana, fortaleciéndola como el agua fortalece el sauce llorón a la vera de los ríos.
Sin embargo, como es evidente para cualquier individuo común con un post grado en lingüística comparada gramatical, descubrimos muchas veces contradicciones evidentes que, por el uso extendido que tienen, pasan desapercibidas. Es la tarea de este autor por medio de este libro, nombrar sólo algunas de ellas para llevar, por un lado, luz a los lectores y por el otro, moneda de curso legal a mi cuenta.
El caso de los jueces y la contradicción judicial.
Como conocerá el lector, por motivos ajenos a esta publicación, en reiteradas oportunidades he tenido que comparecer ante juzgados en lo penal, en lo comercial y en lo civil, con dispares resultados: algunas veces he salido sobreseído de la situación en la cuál se me inmiscuía y otras veces no me ha alcanzado el dinero. Sin embargo siempre llamó mi atención el hecho de que cuando un juez, y esta es la primera de las contradicciones lingüísticas que quiero destacar, emite juicio sobre un asunto particular, digamos por ejemplo el plagio de una novela, o la sustracción de gallina seguida de muerte, se dice que el magistrado ha fallado o que ha emitido su fallo.
Comprenderán entonces el estupor de todo aquel involucrado, cómo yo mismo lo he sido, que tiene que observar impávido como el jurado reconoce abiertamente que esta por fallar y no obstante ello, falla y pide que su yerro sea leído, publicado y archivado.
Damos por sentada la integridad de los señores jueces lo que nos induce a pensar que en realidad no están fallando sino que están acertando al pronunciarse. Lo que nos indica que cuando un juez dice que acierta, en realidad esta fallando. Entonces escuchamos declaraciones, en los medios periodísticos por ejemplo, de abogados que dicen el juez acertó con el fallo. Es como decir que se secó con el agua o que se iluminó con la oscuridad.
Los señores magistrados entonces, poseen la capacidad de decirle a sus mujeres, fallé al casarme contigo para intentar verse recompensados con una noche de sexo salvaje con sus concubinas o expresarles a los agentes del orden acerté al copular con esa/e/o travesti y, para darle más peso aún a su declaración, me arrepiento de mi acierto o me alegro de mi fallo.
Evidentemente, no deja de asombrar el hecho de que a todo el poder judicial, básicamente se le esta pagando por sus fallos. Comprenderá ahora, estimado lector, que poseo una fortuna en potencia.
Al reflexionar sobre esto viene a la mente la figura de oxímoron que es aquel recurso literario que se encarga de oponer dos palabras en una construcción poética o literaria. Por ejemplo al de decir “había un silencio ensordecedor”, o «era una mujer callada», se está utilizando esta figura literaria, digna de los poetas más loables.
Todo lo anterior nos lleva a entender en una dimensión mucho más profunda el sentido de la justicia y deja abierta la puerta a la creación de toda una nueva rama del derecho, la justicia poética.
Lo que me lleva a pensar: los escritores, ¿tienen al día su licencia poética?
Como dice al adagio errar es humano, pero sólo a los jueces se les paga por sus fallos.
Las bodas y la filosofía de la enfermedad velada (sólo si la novia utiliza el velo)
Anteriormente, al referirme a la contradicción judicial, mencioné que con relativa asiduidad he visitado distintos fueros penales por motivos judiciales. El principal motivo que me ha llevado a visitar estos despachos ha sido el matrimonio con las dos caras de su moneda: el casamiento y el divorcio. Notemos nuevamente lo rico de la lengua española, las dos caras de la moneda del matrimonio son el casamiento y el divorcio, quizas de las dos acciones más caras de la historia de la humanidad.
Pero no quiero dedicarme al divorcio (lo que me recuerda: Roxana ya esta depositada la plata de la cuota alimenticia) sino al matrimonio esa institución tan criticada últimamente.
Cualquiera que haya pasado por las oficinas del registro civil para observar una boda, notará que el juez de paz se refiere a los novios como “los contrayentes”. Curiosa manera de referirse a los interesados en la boda, ya que la lengua tan sólo reconoce tres especies que pueden ser contraídas por el ser humano:
- Se puede contraer matrimonio, como lo hemos venido anunciando.
- Se puede contraer una enfermedad terminal.
- Se puede contraer una deuda impagable.
Si intentamos clasificar estas especies, observamos que en el caso de las dos ultimas, se desprende cierta nocividad para los ciudadanos. Contraer una enfermedad, es una suplicio que nadie desea. Contraer una deuda puede significar la pérdida de los derechos de autor de un libro sobre las contradicciones de la lengua española, pero eso es otro tema. Notemos la coincidencia nociva que implica la acción de “contraer”. No es un ejercicio de misoginia suponer entonces que contraer matrimonio es un acto nocivo para las personas como lo es contraer una enfermedad o contraer una deuda. De hecho, para terminar con una infección es necesario de un profesional al que se llama “Doctor”. Para terminar con un matrimonio también hace falta un doctor y mucho dinero.
Por lo expuesto anteriormente queda demostrado que hay que cuidarse de aquello que se contrae: de las deudas, de las enfermedades y del matrimonio. Mujeres del mundo, no se sorprendan entonces al notar que al hablar de casamiento, a sus novios se les contraiga… la humanidad.
La habilidad del hombre. La del mono.
(AQUÍ VENÍA UNA FOTO DE UN SIMPÁTICO MONO PERO WORDPRESS NO ME LA DEJA SUBIR.
¿MONOFOBIA? ¿TEMOR A LOS MONOS O TEMOR A UNA SOLA COSA?)
Aquellos entendidos en un tema, que dominan ampliamente una disciplina o que comprenden los aspectos más oscuros de un área del saber, reciben muchas denominaciones en la lengua castellana: expertos, científicos, eruditos, etc.
Sin embargo hay un título, utilizado ampliamente por locutores de TV y presentadores de radio, que no deja de llamar al asombro.
Supongamos que nos encontramos observando la televisión en una tarde brumosa en la ciudad de Venado Tuerto. En la pantalla se suceden las escenas de la cruda programación actual: vedettes con poca ropa, mujeres con poca ropa, muchachas con poca ropa. Sin embargo, en un vuelco que hará las delicias del rating de la tarde, el presentador se apresta a introducir en la arena a un acróbata afamado. Entonces, impostando su voz, anuncia al maravilloso, al increíble, al mágico, al eximio acróbata Tito Langosta.
Analicemos un poco la palabra separándola en 2 partículas:
Ex: prefijo que indica una condición pasada que ya no es la actual. Forma abreviada de referirse a esa perra que se lleva la mitad cuando se va.
Simio: mono, macaco, forma que tienen los fanáticos adinerados del Boca Juniors de referirse al golero Navarro Montoya.
¿Se está intentando señalar que el acróbata antes era mono y ya no lo es más? ¿Si decímos que alguién es un eximio chofer, queremos decir que maneja como la mona? ¿Si se trata de un amante eximio, estamos ante un personaje que sólo encuentra amor en “la del mono”?
Otra vez más la lengua nos sorprende por su crudeza y su contradicción.
Yo, querido lector, que me considero eximio en amplios campos del saber, no dejo de sentirme como la mona ante semejante revelación.
Eduardo Lorenzo Borocoteaux, editado por Roberto Lástima.
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